A todos los que entreis en mi blog.

Sólo deciros que busquéis la belleza que hay en las pequeñas cosas de la vida como por ejemplo: una canción, un poema, un sueño... Es lo único que nos quedará dentro de nuestra mente. Ya que vivimos todavía en este asqueRoso mundo. Donde aún permitimos que los niños se mueran de hambre porque no tienen comida para darle sus madres. ¡ES UNA VERGUENZA! Todos debemos intentar hacer algo por ellos, aunque sea una mínima ayuda, cada uno con lo que pueda, ya sabemos que todo se mueve con el asqueroso dinero. Constribuyamos con lo que podamos. Ellos nos lo agradecerán.
"Buscad la belleza porque es la única forma de vivir en este asqueroso mundo". Qué a la misma vez es bello.
Adios a todos los amigos y amigas que veáis mi blog. Que el transcurrir de vuestras vidas o traiga grandes alegrías. Siempre después de las tristezas llega la luz. Sólo hace falta resisitir. Ya lo dice el poeta "Rainer Maria Rilke". Poeta de lo visible a lo invisible. "Estar aquí es maravilloso". Vamos a aprovecharlo una vez que nos han dado la vida.

LA VIDA

MAS DE QUE SIRVEN NUESTRAS VIDAS
SI NO ENRIQUECEN A OTRAS VIDAS

José Hierro

domingo, 1 de febrero de 2009

1 CARTAS DEL VIVIR Rainer Maria Rilke

1. A Helmunt Westhoff 2

Westerwede, 12 de noviembre de 1901


Mí querido Helmut:

Me has escrito una hermosa carta y muy amablemente has pensado en mi, aunque no te haya enviado aún el poema sobre la pluma de pavo real que te prometí hace ya mucho tiempo. No obstante, ahora mismo voy a poner manos a la obra y te lo copiaré a partir del libro impreso. Escribí ese poema hace ya varios años (quizá cinco) en Munich, donde, en octubre, tiene lugar algo parecido a vuestra feria franca. Había allí un inmenso prado cubierto de barracas. y mientras los asistentes mataban el tiempo riendo, bromeando e intentando cosquillearse con la ayuda de largas plumas de pavo (cosa que, al parecer, les divertía mucho), yo me paseaba asolas con la mía, demasiado orgulloso como para intentar cosquillear a nadie; y cuanto más la llevaba conmigo, más me impresionaba su forma lanceada, el elástico balanceo de su tallo, la belleza de su parte superior donde “ el ojo el pavo” me observaba con mirada sombría y misteriosa. Creí ver por primera vez una pluma así. VI también cuantas inmensas bellezas contenía, belleza que nadie, excepto yo parecía notar. De ese sentimiento surgió el poemita que dediqué entonces a un amigo, pintor del que conocía su afición a esas plumas. ¿Te imaginas qué puede significar una pluma de pavo real para un pintor cuya intimidad con los colores es mucho mayor que la nuestra, cuántas lecciones puede aprender y qué alegría le puede dar la contemplación de tanta armonía y e tantísimo color concentrado en tan poco espacio?
¿Sabes, querido Helmut, qué fue lo se mostró como esencial? Constatar una vez más que la mayoría de las personas se sirven De las cosas para hacer tonterías (como hacerse cosquillas) en vez de mirarlas bien y preguntarse por su belleza. De aquí que la mayoría de las personas no sabe que el mundo es bello y que las cosas más pequeñas –una flor diminuta, una piedra, una corteza, una hoja de abedul- irradian luz y son espléndidas. Los mayores, con todos sus quehaceres y ansiedades, atormentándose por nonadas, ya no perciben estas riquezas, que los niños, si son buenos y están atentos, muy pronto descubren y aman con todo su corazón. Sin embargo, lo mejor sería que todos se esforzarán por seguir siendo en esto como un niño, atento y bueno, inocente y piadoso en su corazón, y que no estropearan el don de alegrarse de una hoja de abedul, de la pluma de un pavo real o del ala de una corneja, como también de un monte alto o de un magnífico palacio. Porque, de la misma forma que lo grande es grande, lo pequeño no es pequeño. Una gran belleza eterna empapa el mundo entero, equitativamente repartida entre lo pequeño y lo grande. En lo importante, en lo esencial, no injusticia en la tierra. A medida que me voy haciendo mayor, más sé que hay mucha belleza esparcida en el mundo, que casi todo es belleza.

Lo sabes tan bien como yo, Helmut. Y ahora, una vez más, gracias, querido Helmut: no importa que hoy no sea mi cumpleaños, sino sólo mi santo, cosa que vosotros no tenéis por costumbre celebrar. En cambio, entre nosotros, en Austria, es un día de gran fiesta. Cada uno tiene un santo patrono, del que ha recibido el nombre; y el día dedicado a ese santo recibe parabienes, felicitaciones y regalos que tiene derecho a conservar para sí, sin tener que pasárselos al santo. Es una hermosa y simpática costumbre.
¡Lastima que no estés aquí con tu hermano Friedrich y tus padres! Habríamos podido charlar, os habría contado algún hermoso cuento y, sobre todo, nos habríamos repartido el pastel –un buen pastel- que me han regalado y que, solos, sin otra ayuda,
apenas nos podremos acabar.
Saludé de tu parte a nuestro perro negro. Cuando lo hago se levanta sobre sus patas traseras, pone las delanteras sobre mis hombros e intenta darme un gran lametazo negro. cosa que, claro está, no le permito.
Es muy vigoroso y cuando ladra uno puede espantarse si no tiene una conciencia del todo limpia. Afortunadamente, la nuestra esta en buen estado.
Clara3 te saluda con mucho afecto y, sobre todo, te da las gracias, mi querido Helmut.

Rainer

3 Clara Westhoff, escultora y pintora, esposa de Rilke, hermana de Helmut.
s

3 CARTAS DEL VIVIR Rainer Maria Rilke

3. A Friedrich Westhoff

Roma, villa Strohl-Fern, 29 de abril de 1904


Querido Friedrich:

Hemos tenido abundantes noticias de ti en este tiempo a través de madre y, sin conocer más detalles precisos, adivinamos, sin embargo, que pasas una época difícil. Madre no te podrá ayudar; de hecho, en el fondo nadie puede ayudar a nadie; esto es lo que se vuelve a aprender siempre en todo conflicto y encada confusión: que uno está solo.
Esto no es tan malo como parece a primera vista. Porque es al mismo tiempo lo más positivo en la vida: que cada uno tiene todo en sí mismo, su destino, su porvenir, su espacio y todo su mundo. No es menos cierto también que hay momentos en que es difícil permanecer en sí mismo y aguantar; ocurre que, justo en los momentos en que más firmemente y, casi diría, más obstinadamente que nunca uno debería aferrarse a sí mismo, se adhiere a algo exterior. Demasiado a menudo sucede que, con ocasión de importantes acontecimientos, se traslada el centro propio desde uno mismo a algo extraño, a otro ser. Obrar así significa ir contra la mas elemental ley del equilibrio; de aquí sólo pueden surgir dificultades y pesadumbres.
Clara y yo, querido Friedrich, nos hemos hallado de acuerdo y nos hemos entendido precisamente en que toda la vida en común sólo puede consistir en fortalecer dos soledades vecinas, y que todo lo que se suelo llamar don de sí, abnegación perjudica esencialmente el corazón de la vida en común: pues si uno se abandona, ya no es nada, y si dos seres renuncian a sí mismos para encontrarse, ya no hay suelo bajo sus pies, y su vida conjunta es una continua caída. No sin grandes dolores, mi querido Friedrich, nos hemos dado cuenta de esto, y todo el que quiera llevar una vida propia de aprenderlo de una u otra forma.
Alguna vez, cuando sea más maduro y tenga más años, quizá llegue a escribir un libro para jóvenes. No porque crea haber aprendido mejor que otros. Al contrario, sino porque todo se me ha hecho mucho más difícil que a los demás ya desde la infancia y a lo largo de toda mi juventud.
Una y otra vez he tenido que rehace la experiencia de que apenas hay algo más difícil que amarse. Que el trabajo es ganar el jornal de cada día; sí, Friedrich, el jornal. Dios sabe que no tenemos ninguna otra palabra para expresarlo. A esta observación hay que añadir otra: que los jóvenes no están preparados a tan difícil amor, pues todas las convenciones sociales han intentado convertir en trivial y frívola esta complicadísima y suprema relación, y les han hecho caer en el espejismo de que estaba al alcance de todos. No es así. El amor e difícil, más difícil que lo demás, porque en otros conflictos, la Naturaleza misma invita al ser humano a concentrarse, a recogerse en sí mismo con todas sus fuerzas, mientras que en la exaltación amorosa acecha la tentación de abandonarse del todo. Piensa sólo esto: ¿puede ser algo hermoso entregarse no como un todo ordenado, sino a ciegas, pedazo a pedazo, como venga a mano? Semejante entrega, que se parece tanto a arrojar o a desgarrar, ¿puede ser algo hermoso entregarse no como un todo ordenado, sino a ciegas, pedazo a pedazo, como venga a mano? Semejante entrega, que se parece tanto a arrojar o a desgarrar, ¿puede ser algo bueno, dicha alegría,
progreso? No, lo puede ser… Antes de regalar flores a alguien, las encargas antes, ¿no es verdad? Pero los jóvenes que se quieren con toda la impaciencia y la prisa de su pasión, se arrojan uno en brazos del otro y no aprecian qué carencia de mutua valoración hay en esa entrega desordenada; sólo lo notan con asombro y desgana en el desacuerdo que no tarda en surgir a causa de todo ese desorden. El desacuerdo que se instala en ellos agrava la confusión de día en día, ninguna de los dos ya en torno suyo nada inalterado, nada que sea auténtico; metidos en una ruptura irreparable, tratan de mantener la apariencia de su dicha( pues por causa de la dicha hubo de ser todo eso, sin embargo). ¡Ay!, apenas pueden ya darse cuenta de qué entienden por “dicha”. Cada cual. en su inseguridad, se vuelve más y más injusto contra el otro: los qué sólo soñaban con una mutua benevolencia, se tratan ahora de modo tiránico e intolerante, y en la necesidad de salir al precio que sea de esa confusión insoportable, cometen la mayor falta que puede manchar las relaciones humanas: ceden a la impaciencia. Se empujan a una conclusión, a una decisión que creen definitiva; intentan fijar de una vez para siempre su relación, cuyas sorprendentes alteraciones les ha asustado, par que, en adelante, sea “eternamente” (como dicen) la misma. Esta es sólo el último eslabón en esa larga cadena de errores que se sueldan uno a otro. Pues ni si quiera lo muerto se deja fijar definitivamente (se corrompe y cambia a su manera). ¡Cuánto menos se puede tratar lo vivo decisivamente, de una vez por todas! Vivir es justamente transformarse, y las relaciones humanas, que son lo esencial de la vida, son lo más mudable de todo, lo más fluctuante, y los verdaderos amantes son seres en cuya relación y contacto ningún momento es idéntico a otro: seres entre quienes nunca tiene lugar algo habitual, algo que haya existido alguna vez sino lo puramente nuevo, lo inesperado lo inaudito, Existen tales relaciones de las que debe de surgir una dicha inmensa, casi invisible, pero sólo pueden entablarse entre personas entre personas de gran riqueza, entre seres ya ordenados, concentrados. Sólo dos mundos singulares, amplios y profundos, pueden unirse.
Salta a la vista que los jóvenes no pueden garantizarse semejante relación, pero, si comprenden adecuadamente su vida, pueden alzarse despacio hasta esa dicha y prepararse para ella. Si aman, no han de olvidar que son principiantes, aficionados, aprendices del amor; deben aprender el amor, y para eso, como en todo aprendizaje, hace falta paz, paciencia y concentración.
Tomar el amor en serio, padecerlo y aprenderlo como un trabajo: esto es, Friedrich, lo que los jóvenes necesitan. La gente también malentendido, como tantas otras cosas, la posición del amor en la vida; lo han convertido en juego y pasatiempo; porque se creía que el juego y la diversión son más felices que el trabajo; pero no hay anda más dichoso que el trabajo; y el amor, precisamente por la suprema dicha, no puede ser sino trabajo. Quien ama, debe intentar comportarse como si tuviera ante sí un gran trabajo: debe estar muy solo y entrar en si, concentrarse y consolidarse; debe trabajar, ¡debe convertirse en algo!
En efecto, Friedrich, créeme; cuanto más se es, más rico es todo lo que se vive. Y quien quiera tener en su vida un hondo amor, debe ahorrar, y reunir, y producir miel.
No hay que desesperar nunca si se ha perdido algo, una persona, una alegría o una dicha todo vuelve de nuevo con mayor esplendidez. Lo que debe desprenderse, cae: lo que nos pertenece, permanece en nosotros, pues todo obedece a las leyes que superan nuestra comprensión y con las que sólo aparentemente estamos de acuerdo. Hay que vivir en uno mismo y pensar en la totalidad de la vida, en sus millones de posibilidades, de vastedades y de futuros, ante los cuales no hay nada pasado ni perdido.
Pensamos mucho en ti, querido Friedrich. Estamos convencidos de que habrías encontrado por ti mismo esta salid personal a cualquier crisis, la única eficaz, si no estuvieras lastrado con el peso de tu año de servicio militar. Recuerdo que, tras la carcel de la Escuela militar, mi sed de libertad y los altibajos de mi sentimiento acerca de mí mismo (que sólo poco a poco pudo curarse de las heridas y de los golpes recibidos entonces) me arrojaron a extravíos y a sueños absolutamente ajenos a mi vida; afortunadamente, tuve suerte en mi trabajo. En él me encontraba a mi mismo como hago ahora cada día. Ya no me busco en ninguna otro parte. Así actuamos y así vivimos, tanto Clara como yo. Seguro que también lo lograrás. Ten ánimos porque todo se encuentra delante de ti y las épocas en las que pesan las dificultades nunca son tiempo perdido.

Te saludamos, querido Friedrich, con todo nuestro afecto.


Rainer y Clara