...
al cabo, agité los brazos y grité: -¡MIRA, MEJOR
VAMOS A MI
CASA!
pagó la cuenta y la saqué de allí. en el trayecto de
regreso no calló ni un momento, aparcamos entramos.
tenía un poco de whishy escocés, serví el whisky. me senté en el sofá y
ella se sento en una sillla al otro lado de la habitación, hablando
atRopelladamente, a voz en cuello.
hablaba de Vivaldi, no paraba de hablar de Vivaldi.
luego interrumpió para encender un cigariillo y hablé yo:
-mira-le dije-, la verdad es que no me apetece echarte un polvo.
ella se puso en pie de un salto, derramó la copa, empezó a caminar
arriba y abajo por la
habitación: -¡oh, jajaja! ¡ya sé que en el fondo quieres echarme un
polvo!
luego se lanzó a una especie danza enérgica, sujetando el
cigarrillo por encima de la cabeza, estaba muy incómoda,
jadeaba y me miraba de una manera peculiar.
-me duele la cabeza-le dije-. sólo quiero acostarme y
dormir.
-¡aja! ¡intentas camelarme para que me acueste contigo!
se sentó y me miró, todavía jadeante.
-¡no voy a dejar que me eches un polvo!
-no, por favor-dije.
-háblame de lo que escribes- me pidió.
-mira-dije-,¿por qué no te largas de aquí y me dejas
en paz?
-¡ah! se puso en pie de un salto.
-¡ah! ¡todos los hombres sois iguales! no pensáis más que en
follar!
-no tengo el menor deseo de follar contigo-dije.
-¡ja! ¿esperas que me trague eso?
cogió el bolso de un zarpazo y se fue a la puerta a paso ligero. luego
dio un portazo a su espalda.
y así sin más, mi dama hermosa, joven, rica y educada
despareció.
Charles Bukowski
luego interrumpió para encender un cigariillo y hablé yo:
-mira-le dije-, la verdad es que no me apetece echarte un polvo.
ella se puso en pie de un salto, derramó la copa, empezó a caminar
arriba y abajo por la
habitación: -¡oh, jajaja! ¡ya sé que en el fondo quieres echarme un
polvo!
luego se lanzó a una especie danza enérgica, sujetando el
cigarrillo por encima de la cabeza, estaba muy incómoda,
jadeaba y me miraba de una manera peculiar.
-me duele la cabeza-le dije-. sólo quiero acostarme y
dormir.
-¡aja! ¡intentas camelarme para que me acueste contigo!
se sentó y me miró, todavía jadeante.
-¡no voy a dejar que me eches un polvo!
-no, por favor-dije.
-háblame de lo que escribes- me pidió.
-mira-dije-,¿por qué no te largas de aquí y me dejas
en paz?
-¡ah! se puso en pie de un salto.
-¡ah! ¡todos los hombres sois iguales! no pensáis más que en
follar!
-no tengo el menor deseo de follar contigo-dije.
-¡ja! ¿esperas que me trague eso?
cogió el bolso de un zarpazo y se fue a la puerta a paso ligero. luego
dio un portazo a su espalda.
y así sin más, mi dama hermosa, joven, rica y educada
despareció.
Charles Bukowski