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SIENTATE EN UNA SILLA Y NO
te muevas. Deja que los hombros de un bailarín surjan de tus hombros, el pecho de un bailarín de tu pecho, los lomos de un bailarín de tus lomos, las caderas y los muslos de un bailarín de los tuyos; y de tu silencio, deja que la garganta produzca sonido, y de tu perpelejidad una clara canción a cuyo ritmo el bailarín se mueva, y déjale que sirva a Dios con belleza. Cuando desfallezca, arrójalo otra vez de la silla. Con este ejercicio, hasta un hombre amargado puede alabar a la Creación, hasta un hombre pesado puede desmayarse, y un hombre de gran responsabilidad ablandar su corazón.
Leonard Cohen
Leonard Cohen