LOS SONETOS de la dama portuguesa

XXXVIII

CON SU BESO primero tan sólo me rozó
los dedos de esta mano con la que ahora escribo;
y, desde entonces, ella quedó más pura y blanca,
más fria hacia las gentes, e inclinada hacia el gesto

de escuchar a los ángeles. No tuviera yo en ella
anillo de amatista más brillante a mis ojos
que aquel beso primero. Superólo el segundo
en altura, que apenas medio llegó a la frente.

medio quedó en el pelo, ¡Suprema recompensa!
Era el amor poniendo su unción sobre mi frente
antes de bendecirla con su propia corona.

El tercero cubrió mis labios con sus púrpura
y desde entonces, cierto, me he sentido orgullosa
y he podido decir: "¡Amor, sólo eres mío!"

Elizabeth Barret Bwowing