El cancer es una fieta de las células
Hay una oscura rosa acurrucada
allá en tu propio fondo, en lo más tuyo
profundo y extranjero.
No sabes su color, pero es tu sangre.
Arraiga en el ramal de tus entrañas.
La abonas con tu amor y con tu miedo.
Se cuaja en ese lecho de tus sueños más firmes
y entre la grava de tus pesadillas.
Las riegas con tus lágrimas
no vertidas a tiempo.
Estaba en ti esa rosa desde siempre,
inscrita su semilla antes del vértigo
del ovario y del rayo.
Desde el caudal abierto fue a parar
a tu breve corriente;
la transporto tu savia, y se hizo carne.
Allí, sin prisa, espera; hace memoria
de su lejano clima;
desarrolla su órbita precisa,
el milenario anillo repetido;
extiende las raices, excavando
su soterraño cielo.
Se anuda en tierno hilo a ese pespunte
de las estrellas hondas,
aguardando el instante
de pulsar una música extremada:
esa apretada munición que impulse
el mortero del tiempo, dispersando
la alta metralla de la noche en fuga.
Será entonces
cuando la inusitada rosa alumbre,
con naturalidad, la artificiera
carga de su paciencia y lance, airosa,
en sed de firmamento sus bengalas
de fiebre, hacia el exceso renovado
de una fiesta remota.
Se encumbrará la púrpura
de tu jardín recóndito
al son de una violenta primavera,
Abrirá un cauce por tu cuerpo, en pos
de su cuenca escogida,
Y al llegar a la boveda del ojo,
con la presión de un pétalo encendido,
levantará su párpado esa rosa
hambrienta de la luz. Y estarás ciego.
Miguel Ángel Velasco
sí amas el mar el sol las estrellas
y el cielo amarás la vida sino pues
no sé lo que amarás entonces no me
busques mujer de las estrellas porque
yo si que amo el mar el sol la vida y a ti
Giovanni
allá en tu propio fondo, en lo más tuyo
profundo y extranjero.
No sabes su color, pero es tu sangre.
Arraiga en el ramal de tus entrañas.
La abonas con tu amor y con tu miedo.
Se cuaja en ese lecho de tus sueños más firmes
y entre la grava de tus pesadillas.
Las riegas con tus lágrimas
no vertidas a tiempo.
Estaba en ti esa rosa desde siempre,
inscrita su semilla antes del vértigo
del ovario y del rayo.
Desde el caudal abierto fue a parar
a tu breve corriente;
la transporto tu savia, y se hizo carne.
Allí, sin prisa, espera; hace memoria
de su lejano clima;
desarrolla su órbita precisa,
el milenario anillo repetido;
extiende las raices, excavando
su soterraño cielo.
Se anuda en tierno hilo a ese pespunte
de las estrellas hondas,
aguardando el instante
de pulsar una música extremada:
esa apretada munición que impulse
el mortero del tiempo, dispersando
la alta metralla de la noche en fuga.
Será entonces
cuando la inusitada rosa alumbre,
con naturalidad, la artificiera
carga de su paciencia y lance, airosa,
en sed de firmamento sus bengalas
de fiebre, hacia el exceso renovado
de una fiesta remota.
Se encumbrará la púrpura
de tu jardín recóndito
al son de una violenta primavera,
Abrirá un cauce por tu cuerpo, en pos
de su cuenca escogida,
Y al llegar a la boveda del ojo,
con la presión de un pétalo encendido,
levantará su párpado esa rosa
hambrienta de la luz. Y estarás ciego.
Miguel Ángel Velasco
sí amas el mar el sol las estrellas
y el cielo amarás la vida sino pues
no sé lo que amarás entonces no me
busques mujer de las estrellas porque
yo si que amo el mar el sol la vida y a ti
Giovanni